Educar es formar personas aptas para gobernarse a sí mismas, y no para ser gobernadas por otros.
Educar es una de las labores de mayor responsabilidad y más satisfactorias con que los padres, los profesores y la sociedad en sí, puede encontrarse. Por el contrario es la tarea para la que se recibe menos instrucciones. El conocimiento de cómo educar a los hijos viene procedente normalmente de su entorno y de la educación recibida. Los niños vienen sin manual de instrucción, solo existe el instinto y nuestro sentido común aplicable a lo que nosotros creemos que es la mejor educación.
Los padres son el primer modelo de conducta, el que tiene más influencia, seguido de los maestros y del resto del entorno. Los padres que animan a la autoestima y muestran respeto, ternura, amor, disciplina y generosidad hacia sus hijos, se comportarán de forma similar. Expresando su amor incondicional hacia sus hijos, ofreciéndoles apoyo para que se sientan seguros de sí mismos y puedan ser felices. Es importante que los padres establezcan los límites y que estos sean razonables, adecuados a la edad de cada uno de sus hijos y les digan con palabras claras lo que se espera de ellos. Un camino difícil, que se ve minado por las agresiones de fuera, que hace replantear continuamente la educación en casa.
Uno de los factores más importante de la educación es la disciplina.
A través de ella los niños aprenden los roles de comportamiento que son aceptables y los que no. Ellos nos imitan y siguen nuestro modelo de educación. Establecer límites al comportamiento de los niños les ayuda a aprender y a comprender cómo comportarse en un entorno social más amplio. Y les prepara para la vida adulta.
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